domingo, 13 de marzo de 2011

NOVELA Since i don't have you (@mixiB)

Especial de San Valentín.

Tenía que hacerlo. No podía quedarme con las ganas de dedicarles algo a estos chicos por San Valentín. Y aunque esta fecha no es de mis favoritas. La historia sí. Espero y les guste.

Nota: El texto en negrita y cursiva son los pensamientos de Roger.
Disfrutenlo.

Since i don't have you


            No sé como pero siempre, cada mañana, los rayos del sol logran traspasar la cortina negra que cubre la ventana con vista al parque más concurrido -según Roger- de la ciudad.
           
            Con extremada pereza se levantó dejando atrás una cama con las sabanas revueltas que contenían lágrimas y mocos desde dios sabe cuántos días atrás, llego hasta la cocina, abrió el refrigerador y encontró lo mismo que había en su corazón, nada.
           
            Tomo asiento en el pequeño y cómodo sofá de color granate*. Suspiro. Ella había escogido todos los muebles de la casa. Ella hacía las compras, ella cocinaba. Al recordarla una batalla campal dio inicio en su cabeza. No debía seguir pensando en ella, ya no. Pero como no hacerlo si ella, ella es tan jodidamente especial.

Desde que no te tengo, no tengo nada. Perdí todo, lo que no importaba y lo que sí. Los días, las noches, el sol. Perdí mi vida y mis sueños. Todo lo perdí. Regresa. Por favor, mujer de ojos chocolate. Regresa.

            Prendió el televisor, había que distraerse. ¡Oh sorpresa! Habían cortado el cable, olvido pagarlo. Eso también lo hacía ella. Apagó la tele. Apaciguaría el hambre y la desesperación con un libro, uno bueno de esos que a ella le gustan leer. Tomo uno al azar, García Márquez “El amor en los tiempos del cólera
           
            Para mercedes, por supuesto” Decía en la tercer hoja.

Sí yo escribiera un libro sería para ti. Por supuesto. Y claro hablaría de ti. Mi amor.

            Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaban el destino de los amores contrariados.

            Así comenzaba. No necesito leer más para darse cuenta que ese libro nunca, pero nunca lo leería. Amores contrariados, ¡Pamplinas! El no necesitaba saber la historia de Juvenal Urbino*, él ya tenía una propia, él la amaba a ella, ella no lo amaba, amaba a alguien más.

            Ya pues, no le daría más importancia a aquel libro. Lo tiro en el cesto de basura de la cocina. Volvió a abrir el refrigerador, esperando que esta vez hubiera algo. Que iluso. Todo seguía igual. Lo cerró con furia.

Todo esto es una mierda. Y no la merezco.

            Subió los escalones de dos en dos, con solo una cosa en mente: encontrar aquel revólver compacto S&W 60. Sí, ya era tiempo de que todo terminara. Adiós a esta vida de mierda.

            Tiro todas las cajas que se encontraban sobre el closet. La encontró. Ahí estaba su querida pistola, en una cajita forrada con porcelana. Con extremo cuidado la tomo y reviso que estuviera cargada, la apunto directo a su sien.
Se detuvo algunos segundos a pensar si era lo correcto.

No tenía trabajo.

A nadie le importaba.

Ella ya no estaba.

No tenía vida.

Sí, definitivamente era lo mejor.

A la cuenta de tres.

Uno. El timbre sonó.

Dos. Volvió a timbrar, ahora con más insistencia.

            Antes de decir tres se le colmo la paciencia ¿Quién podría venir a visitarlo? ¿Sus padres? Jajajá por favor, es imposible. No dejarían su crucero por Europa sólo para ver si su hijo estaba bien. ¿Su hermana? ¿Qué? Por favor, se declararon la guerra hace años. ¿Entonces?
Okay, había una pequeñisisima posibilidad de que fuera ella.

Podría ser.

            Dejo el arma justo debajo de la almohada. Bajo con calma los quince escalones -sí, los contó- bueno la calma que se podía tener mientras alguien no quitaba el dedo del molesto timbre y mientras esperas que ese alguien sea ella.

            Se paró justo enfrente de la puerta, tomo la perilla, antes de girarla cerró los ojos e inhalo profundo. Que se ella, por favor que sea ella. Abrió los ojos y dos segundos después, la puerta.

Putamadre.

            No, definitivamente no era ella. Maldito el momento en que decidió bajar a ver quién timbraba.

            Era una chica, una chica que se parecía a ella. Similar estatura, cabello hasta la cintura, castaño, ojos chocolate como los de ella. Su cuerpo se parecía. Sólo que no, nunca podrá ser ella.

Le miraba confundida, asustada. Tal vez se había equivocado de casa.

—Hola, busco a Roger González. -Sonrió con toda la amabilidad que tenía.

            El sólo quería cerrarle la puerta y continuar con lo que hacía minutos antes, pero, había algo en esa sonrisa que hizo que se olvidara de todo. Por dos segundos.

—Que se te ofrece. -Preguntó haciendo más notable su mal humor.

—Soy Carla Medina,

Extendió su mano, la tuvo así algunos segundos, acaricio su cabello después de que él decidiera no ser cortes. Que mal educado. -pensó.

—Emm, hace algunos meses estuve en tu café. Blablablá

            Sí, ese café-bar que era como un sueño. Había sido el sueño hecho realidad de Roger y de Valeria -su novia. Ex novia, perdón- “notre amour”* así se llamaba el lugar.

            Francia la ciudad donde se conocieron, sus primeras vacaciones como pareja y, por eso mismo el nombre del lugar estaba en francés.

            Eso ya lo había olvidado, pero llega esta chica para recordarle TOOODO lo que las semanas se habían llevado. Y aparte no dejaba de hablar.

—...Así que vengo con todas las intenciones de venderte alguno de mis cuadros. Para que adornen ese hermoso lugar. -Volvió a sonreír.

—Niña, -Como si él fuera muy mayor- no sé si te has dado cuenta pero ese café que tanto te gusta, está cerrado, caduco, ya fue.

            Ya era momento de cerrarle la puerta. Pero no lo hizo. Quería descifrar aquella mirada.

—Así que ya vete ¿sí?

            Bien, él aún no entiende que en el fondo quiere que se quede.

—Oh! Ahora entiendo. Cerraste un fabuloso lugar para encerrarte en tu casa a esperar a que te coman los gusanos. Bien por ti.

Estúpida, mil veces estúpida.

— ¡Mi vida no es de tu incumbencia!

            Ahora si le cerró la puerta en las narices.

¿Quién se cree para venir a hablarle en ese tonito? Estúpida hijadeputa

            Volvió a escucharse el sonido del timbre. Lo ignoro. Muy terca la muchacha. Simplemente así Roger no se podía concentrar. ¡Tenía que acabar con su vida!, pero esta putademierda no se iba.

            Alrededor de veinte minutos de escuchar el molesto timbre. Volvió a abrir la puerta.

— ¿Qué quieres? -Le grito. ¿Podría irse ya?

—Ayudarte. -Sus mejillas se colorearon de un tímido carmín y bajo la mirada.

— ¿Ayudarme? ¿A qué? ¿Tú lanzaras la bala que me quite la vida? Por favor, no seas estúpida y mejor vete. Tal vez encuentres a alguien que le gusten tus cuadros.

—No me iré hasta que se te quite el mal humor

¿Qué jodidos tiene en la cabeza?

—Como quieras.

Muy ágil la muchacha, entro empujándolo. Poniéndolo de peor humor.

*

            Dos horas habían pasado. Roger estaba en la sala, escuchando la radio, canciones normales, tranquilas, ninguna le recordaba a nadie.
Carla terminaba de trapear la cocina. El timbre volvió a sonar, esta vez la chica abrió. Era el repartidor del pequeño restaurante de comida japonesa.

            Comieron en silencio como los desconocidos que eran. Roger agradeció y volvió al pequeño sillón a seguir escuchando la radio.

            Carla había limpiado la planta baja del hogar de aquel nuevo pordiosero. Era hora de que se fuera, ella a diferencia de él, tenía una vida y una cita con el amor de su vida. Bueno con la persona que más había amado hasta ese momento.

—Me tengo que ir.

Él volteo a verla y sonrió cínicamente como queriendo decir ¡Ja!, ¡gane!-logre-que-te-fueras.

—Hasta, algún día. Tal vez nos encontremos en el infierno. -muy dulcemente se despidió,

Volver a verla. Bueno, sea como sea, él se la pasó bien con su compañía, era posible que hasta la extrañara, pero quizá volver a verla, no fuera tan mala idea.

—Quedo algo de comida, para que cenes y quizá para que desayunes.

Agitó su mano como despedida y se encamino hacia la salida.

—Puedes, bueno si quieres... ¿puedes volver mañana?

Roger la detuvo antes de que cerrara la puerta, en verdad sentía que se moriría si volvía a quedar solo.

Suspiro, tomo un poco más de aire “no lo creo” -respondió la chica.

Levanto su mano, despidiéndose -ahora sí- y se fue, así. Sin más.

*

Una noche tranquila, sin pesadillas, pero con un no-se-que en el pecho. Extrañaba a la chica ¿Cómo era que se llamaba? ¿Katia? ¿Carmen? ¡Carla! ¡Bingo! Lo recordó.


*

Los ojos no tienen que ser verdes o azules para ser hermosos. Eso Roger lo había descubierto cuando conoció a Valeria. Pero, ahora los de Carla eran los más hermosos que había visto, tenían un brillo que nunca antes vio. Y esa sonrisa ¿Vieron la sonrisa? Es increíblemente mejor que la de la dueña de sus penas.

 *

Ya habían pasado diez días desde que la pintora toco a su puerta. El revólver seguía debajo de la almohada.

Si ella no vuelve en los próximos tres días, ahora si lo voy a usar.

Y esta vez al decir ella, ya no se refería a Valeria, se refería a aquella chica intrépida que interrumpió -gracias a dios- su suicidio.

*

Cuatro días. Cuatro. Y el señor me-voy-a-matar seguía vivo. Esperando. Vivía para esperar que volvieran a tocar la puerta.

Y como si la telepatía funcionara -con efecto retardado, claramente- El timbre volvió a escucharse.

Corrió, mejor dicho voló hasta la puerta. Y sí, esta vez estaba ahí parada la persona correcta. Le saludo con una sonrisa, no recordaba como comenzar una charla con alguien nuevo.

— ¿Que tal tu humor? -De esa manera extraña ella le saludo, entrando a su casa.

Llegaron a la sala, se sentaron de tal manera que pudieran verse de frente.

—Mejor ahora que estas aquí. -Roger confeso.

—Me alegra.

¿Qué? ¿Cómo que ya no dicen nada? ¡Llevaban quince minutos en silencio! Hablen por el amor del Dios padre guadalupano. Sólo se miraban y de vez en cuando sonreían. Ya entendimos que se gustan ahora hablen.
           
No, nadie decía nada. ¿Para esto la esperabas con impaciencia? -fue la voz de la consciencia de Roger la que “rompió” el silencio.

—Te extrañe -Por fin Roger hablo. Larga vida a su consciencia.

            Carla le quito la mirada de encima, como si sus ojos pudieran decirle lo que pensaba y quería evitarlo. Suspiro.

—No me extrañaste a mí, extrañaste la compañía que es diferente. -Su voz sonaba triste, pero muy segura de sí misma.

—Hoy que me conozcas bien, dirás ¿Enserio extrañé a esa chica? ¡Gracias dios por haberme abierto los ojos! Ya verás.

—Espero que sea así, porque si no tendrás que venirte a vivir conmigo.

—Hay sí, mira tú. -Por primera vez ambos rieron sinceramente.

Siguieron hablando de nada, de todo, conociéndose, sus vidas, sus secretos, sus manías, sus fobias. Y para desilusión de Carla, Roger la encontró demasiado interesante.

— ¿Que tal tú y el amor?

Por la reacción de Carla, Roger supo que no había sido una buena pregunta. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su labio comenzó a temblar. Después sonrió.

—Bien. No me quejo.

Y la respuesta no concordaba con su reacción.

—No mientas, háblame de él.

—De él. -Lo dijo en un susurro, obviamente había dado en el clavo. —Él era increíble, la mejor persona que estos ojos han visto, pero... Ya no estamos juntos y lo extraño con todo mí ser. Él se fue y nunca, nunca regresara. Tal vez en este momento debería estar llorando y quizá cortándome las venas. Pero no, la vida tiene que seguir. -Y sonrió.

—Idiota por haberte dejado.

—No lo hizo.

—Más idiota tú, por haberlo dejado. ¿No que era maravilloso?

—No lo deje. Murió.

            Y fue ahí donde a Roger le cayó el veinte. Por dios ¡Se estaba ahogando en un vasito de agua servido a la mitad! Ella había perdido PARA SIEMPRE al amor de su vida y él lloraba porque su amadísima Valeria era feliz con alguien más. No había comparación, él podría ir a buscarla en cualquier momento y volver a ver sus ojos, su sonrisa, puede volver a escuchar su voz. Pero ella había perdido todo eso.

            Un cubetazo de agua con hielos, demasiado fría para abrirle los ojos y viera que lo que estaba haciendo era una mierda. Tenía que seguir viviendo.

—Gracias. Volveré a abrir el café. -se rasco la cabeza. —Sólo que le cambiare el nombre y todo lo demás.

—Me alegra.

Y en el resto de la tarde, ya nunca volvieron a hablar de amores.

*

Dos meses. Los dos meses más largos y cortos de la vida. Notre amour ya no existe, ahora donde ese café-bar se encontraba, hay uno nuevo “summertime”. Y aunque el nombre te lleva directo a la playa, el lugar está decorado como una deprimente pero adorada tarde de lluvia.

¿Porque ese nombre? Muy simple, en verano es el cumpleaños de ambos, de Roger y de Carla, se conocieron en esa estación y lo más importante, lo que en verdad inspiró a Roger para el nombre fue la sonrisa de ella. Era como una tarde de verano: radiante, llena de vida y le encantaría vivir ahí (con ella) para siempre.

No, aún no la ama. Pero, ya es su inspiración

*

Ambos estaban acostados sobre la cómoda alfombra de la casa de Roger, intentaban ver una película, no sabían cuál era y ni les interesaba, estaban muy ocupados haciendo enojar al otro.

—Tienes ojos de sapo. -Dijo Carla

—Deberías besarme, a la mejor y me convierto en un príncipe.

—Tú ¿un príncipe? Jajajá no me hagas reír.

Y entonces se fue la luz. Quedaron solos a oscuras.

—Bruja maldita, regresa la luz a mi hogar. -Sí, Carla estaba acostumbrada a esa y a otras maldiciones que el ojiverde le dedicaba de vez en cuando, aún se ponía un poco arisco con tanta amabilidad.

—Bien sapito, tengo que irme. Lavas los platos.

            Le sonrió como despedida. Sí, el comentario la ofendió un poco y él lo sabía, lo que no sabía era como remediarlo.

            Tenían alrededor de tres meses de conocerse y en ese tiempo cada y que él la ofendía ella se despedía amablemente y se iba. Luego no la veía hasta después de algunos días.

—No te vayas. -Rogó

—No hay razón para que me quede.

—Claro que la hay… Te gusto. -Hubo un silencio, en el cual Roger le dio un tiempecito para que pensara y aceptara aquella tonta declaración.

—No me gustas. -Dijo muy segura. Él podría hasta creérselo. —No me gustas -repitió.

            Algo en Roger se rompió.

            Dios, ¿Cómo fue tan estúpido para dedicarle el nombre de su local? De abrirle las puertas de su casa, ¿por qué permitió que ella le gustara tanto?

—Te amo.

Olvídenlo, nada se había roto. Y olviden todo lo demás.

—Yo también te amo.

Y así con un rojo en las mejillas, se fundieron en un abrazo. Roger se separó un poco, coloco una de sus manos en la mejilla de ella. Recorriéndola con el pulgar.

—Eres tan hermosa.

Se acercó hasta que sus narices se rozaron. Un pequeño y dulce beso esquimal. Luego de unas pequeñas e inocentes risas sus labios se unieron. Dulce, tierno, delicado y lleno de amor. Así fue el beso, su primer beso.

            Y ni siquiera ellos sabían cómo fue que el otro llego a ser tan importante en su vida.

*

            Si tuviera que contar las razones por las cuales te amo, no podría ni empezar pues mi corazón te los has robado. Sé que eso es parte de una canción, pero creo que es esa la única forma en que puedo expresarme -robándome la letra de las canciones-
Hace tiempo -antes de conocerte- una canción Guns n' Roses era el soundtrack de mi vida “since i don't have you” Y con cada palabra se definía lo que estaba viviendo.

            Pero entonces un día, llego una molesta pintora a tocar mi puerta y todo cambio. Ahora no más Guns n' Roses, ahora era Ricky Martin quien le cantaba a la vida, a mi vida a nuestra vida y citare -modificare- sus palabras: Lo mejor de mi vida eres tú, Carla Medina.

Si algún día pretendes ir, no olvides llevarme contigo.

¿Y esto a que viene? Simple. Quiere pasar en resto de su vida con ella.

*
Seis meses después, se comprometieron.

            Eran una pareja muy extraña, él algunas veces parecía un niño, ella sabía cómo cuidarlo perfectamente. Lo único que este niño necesitaba era amor.
           
            Lo primero que hizo como su comprometida fue ir a vender ese revólver y con el dinero compro un diario. “Cuando sientas que tu vida ya no tiene sentido, escribe y si no te sientes mejor, yo misma te hago el favor de quitarte la vida” Esas fueron las palabras que dijo cuándo se lo entrego.

            Y aún no tenía nada escrito.
           
            Y dicen que los milagros no existen, ella es un milagro, salvo una vida -aparte de la suya- y seguirá conservando ambas hasta que el amor se acabe.

            Y tal vez sean inmortales porque este amor llego a ser eterno.

Fin.

Terminado: 12/feb/11 11:02pm

*granate: es una tonalidad oscura de rojo. Resulta de la mezcla de los colores marrón y púrpura.

*Juvenal Urbino, es el que narra “El amor en los tiempos del cólera” –Hasta donde voy narra él)

*Notre amor: Nuestro amor en francés.

nota: Carla tiene una cita con el "amor de su vida" porque va a visitarlo al panteón.

Aquí el link de la canción de Guns n' Roses http://www.youtube.com/watch?v=IYOYlqOitDA fue una gran fuente de inspiración para esta historia. (por si la quieren escuchar)

Y aquí el de la canción de Ricky Martín http://www.youtube.com/watch?v=p9_Tudgl8KE Este no es sugerencia. ¡tienen que ver el video! Es hermoso. Y la canción pegajosa y linda. Pero el video.

Bueno espero que haya sido de su agrado. Comentarios, dudas, mentadas de madre en www.formspring.me/mixiburciaga Gracias.
 
 
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PERDON, la tome del blog de mixi, sin consentimiento, espero no se enoje, y austedes les guste...

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