martes, 8 de noviembre de 2011

La historia sin título que espera una continuación.

El jarabe tapatío; gruñe y se arrepiente de tenerlo como tono de llamadas. Está bien, ser patriota y que le encante bailar, pero que te despierte a las tres de la mañana. No es nada divertido. Se endereza y busca su teléfono que está bajo, la cama. Carla es la que está llamando y como no queriendo se le pasa un poco el coraje.

“¡Ro! ¡Me quede a vestir santos!”

“Carla, ¿qué? ¿Por qué? No entiendo, ¿Ya viste la hora? Déjame dormir, mañana hablamos” Y le colgó, es lo que debería de seguir, pero no. Esperó una respuesta, no se quedaría tranquilo si Carla se la está pasando mal.

“Ro” Notó el llanto en su voz, algo muy malo debió de haberle pasado “Ven por favor” Y sí, Roger moría de sueño, se recostó en la cama y soltó un suspiro. “No me tardo” Dijo y buscó sus converse. Salió en pijama, la gente no se fija que es lo que llevan los demás puesto a las tres de la mañana.

Cuando se subió a su camioneta y la encendió, se dio cuenta de algo que ya Valeria le había dicho antes. “Fíjate, Carla tiene un algo que te hace no poder decirle que no” Intentó no buscarle hipótesis, ninguna le gustaría. Llego más rápido que de costumbre, la hora ayuda a disolver el tránsito.

Se quedó parado fuera de su camioneta. Ya no quería llegar, regresaría hasta su casa, se quedaría dormido sin pendiente alguno y en la mañana que Carla fuera a reclamarle, le pediría disculpas por no tener fuerza de voluntad para levantarse. Sí, eso suena bien. Empezó a caminar, pero sus pies lo traicionaron, en lugar de dar dos pasitos para atrás, llegar a la camioneta y regresar a casa. Avanzaron hasta la entrada del edificio. El portero sólo le sonrió y lo dejó pasar. Llego al elevador y aún era tiempo de arrepentirse. Oprimió el botón y las puertas no tardaron en abrirse, entró y tarareó pacientemente la canción del elevador.

Las puertas volvieron a abrirse, suspiró y caminó hasta el departamento número 15. Timbró un par de veces y la puerta se abrió. Entró y no vio a Carla, supuso que había corrido a su habitación. Siguió por el pasillo y con miedo abrió la puerta. Ahí estaba, sentada en la cama abrazando una de las almohadas.

“¿Qué paso?” Preguntó y Carla sólo suspiro. “Nena, confía en mí” dijo y se acercó. Se acostó junto a ella, con las piernas flexionadas, dedicando su mirada a sus pies.

“Se me fue el tren”

“No entiendo explícame” Roger vio como Carla dejaba el almohada a un lado. Y se fijó en la ropa que llevaba puesta. Un vestido de noche e iba maquillada, ahora sólo parecía un mapache a causa del maquillaje corrido.

“Hoy salí, fui a un bar y un par de chicos se acercaron y al decirles mi edad se alejaron” Roger frunció el ceño y analizó las palabras.

“Mi cielo, no aparentas los 27” Carla lo miró con odio y frunció la boca.

“Roger, ellos eran más chicos. Ya tengo 27, ya no va a ser tan fácil encontrar alguien con quien hacer mi vida. Nunca me casaré, ni tendré hijos”

“Carly, yo tengo 29 y soy soltero”

“Sí querido, pero tu puedes procrear casi toda tu vida y yo no. Y Bueno, ok, encuentro a alguien, y después qué, no puedo decirle así nada más que me quiero casar”

“¿Para esto hiciste que me levantara a las tres de la mañana?” Roger está molesto, se levantó con la clara intensión de irse y no volver jamás.

Está muy enojado y... No sabe porque. “Te gusta” Valeria le había dicho y no sabe porque justo en este momento le llegó ese recuerdo.

Carla lo detiene antes que salga de la habitación y hace que se gire. “Recuerdas...” comenzó a hablar “¿recuerdas aquel trato que teníamos?” Roger no sabe a que se refiere y ella lo nota, “ese” suspira “en el que prometimos que sí no nos casábamos para los 40 nos casaríamos tu y yo”

Ya lo recuerda. Ese día Carla también estaba triste por eso mismo, para ella era muy importante eso de ser mamá. El lo dijo con la intensión de que no se cumpliera. Carla es hermosa, inteligente y agradable, era obvio que encontraría a alguien que la hiciera feliz y... bueno, él esperaba que, alguien apareciera en su vida. Mas nunca esperó esto, nunca creyó que.. bueno, ni siquiera se planteó la idea, se dijo y jamás se volvió a mencionar.

“Lo recuerdo” Dijo y su corazón se aceleró.

“Casemonos. Sé que no tenemos cuarenta, pero tú ya casi llegas a los treinta y quiero ser una mamá joven”

“Muchas mujeres tienen a su primer hijo después de los 35” Dijo y se arrepintió al ver la cara colorada de Carla, ojalá fuera un sonrojo. Pero no, era ira.

“¿Quieres que tus hijos te digan abuelito?”

Ese fue un golpe bajo.

La tomó por los hombros y la hizo que le mirara a los ojos. “Carla el matrimonio es algo importante, no puedes tomarlo como un juego. No quiero echar a perder esto que tenemos por un capricho” Vio la mirada triste de Carla y se sintió mal. No quería hacerla sufrir.

“Roger, no es un capricho. Mi abuela me dijo 'cuando te cases, no busques amor porque se acaba, cásate con alguien con quien te entiendas' y según yo, nosotros nos entendemos. También hay amor” Susurró lo último y bajo la mirada. Roger se quedó sin palabras.

Él también quería ser papá, casarse y vivir como en un cuento de hadas. Nunca se planteó la posibilidad y todas las veces que Valeria se lo dijo intentó ignorarla, pero él sabía que había algo más.

“Está bien, casémonos”

Casémonos.







Me caso con mi mejor amiga. Y aún ni siquiera la he besado. Sacude la cabeza intentando no pensar en ello, ya habrá tiempo luego.

Carla sonrió y se aferró a él en un abrazo. Sus sueños se estaban cumpliendo. Nunca esperó que las cosas se dieran así, pero ¡que importa!


El amor es amistad con momentos eróticos* Recuerda esa frase. No será tan difícil llevar un matrimonio. Y se sonroja, momentos eróticos, nunca los pensó con Roger. Y no los debe de pensar, no porque se vayan a casar, se pondrán a... eso, de un momento a otro.

Se separa un poco y lo mira fijamente. Sus ojos verdes brillan, más que nunca. “Seremos la pareja perfecta” él le dice y una lágrima resbala por entre las mejillas de Carla. Pone una mano en su barbilla y se acerca para besarla.

Su primer beso, ella se tensa y humedece sus labios y cierra los ojos. Lo siente, es solo un simple contacto, pero fue suficiente para que las mariposas de su estómago comenzaran a volar.

Lo abraza más fuerte y fue una muy buena decisión, pedirle matrimonio. Él es tan perfecto, tiene todo lo que necesita.

Y ahora lo quiere más. Y no sabe como agradecerle él que siempre sepa hacerla feliz.

Nos vemos en la boda.

FIN.


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