Tomó su morral negro, ese que presumía un montón de retazos de tela cosidos sin un orden aparente y botones que ella misma había confeccionado; en él guardó su cámara fotográfica y su ipod.
Salió a la ciudad en busca de un algo, que fuera suficiente bueno para que ella detuviera el tiempo y esa imagen perdurara por siempre. Había comenzado un proyecto el día que inició el año; éste trataba sobre una foto diaria, una imagen cualquiera pero que expresara todo lo que se tenía que decir.
EL primer día fotografió el árbol navideño, con las lucecitas apagadas, sin ningún regalo y únicamente estorbando. Es así como demostraba una de las “tradiciones” más arraigadas por los humanos. La manera en la que desechar es una parte importante de la cultura. El oro parece perder su brillo y es hora de echárselo a las marranos y buscar algo más brillante.
El fin de la vida de las cosas.
El segundo día, le tocó el turno a sus abuelos de participar en el proyecto, el flash los cegó y ahí se dieron cuenta de que participaban en algo que era importante para su nieta. En la fotografía se podría apreciar el brillo en los ojos de los ancianos al mirarse, era una imagen perfecta, el amor eterno gritaba “Soy una realidad, no un cuento para niñas”.
Definitivamente esa fotografía era su favorita.
Fotografió el cielo, la lluvia, la mascota de su vecino, a su vecino, la fachada de su escuela, un grafiti, unas enchiladas junto con un rebosante vaso de agua de horchata, foto tras foto, flash tras flash hasta llegar a tomarle una foto a la palma de su mano, traía puesta una sudadera color blanco, una de esas que en el puño tiene un agujerito para el dedo pulgar. Estaba un poco sucia, con manchas que ni el tiempo pudo borrar; las uñas las tenía largas, de un color rosa mexicano, que hacía contraste con las manchas. La fotografía hacía referencia a lo que dejaba atrás, es decir, su niñez, ahora ya le importaban cosas que antes no.
Simplemente había crecido.
Y veía las fotos que llevaba, le encantan y no por que fuera arrogante, sino que ella sabía que era buena para eso. Sería una excelente fotógrafa.
Y como todo buen artista, había llegado al temible bloqueo.
No sabía que fotografiar, no había nada que quisiera recordar. La ciudad parecía carente de vida, de magia, de ganas de ser, de ganas de estar.
Y mejor se puso a escuchar música, a tomar fotos al azar.
Su último crush era Adele, sus canciones sucedían una y otra vez, la voz de la chica inglesa era perfecta, le transmitían tanto. Ojalá las pudiera retratar.
El cielo estaba oscureciendo, aún no encontraba nada digno. Regresaría a su casa y le tomaría una foto a su patético reflejo. Sería una foto mala, exactamente como ese día.
El ipod le avisó con una notificación que se estaba descargando; ya era hora de volver a casa.
Las canciones seguían sucediendo, Adele no dejaba de llenarle los oídos, y esperaba que esa voz le llenará el vacío que sentía al no haber encontrado nada digno para retratar.
Atravesó toda la plaza, quitó la vista de sus viejos converse y la llevó hasta el cielo. Fue ahí donde sucedió:
El sol iba descendiendo, tiñendo todo a su alrededor de un rosa muy dulce, contrastaba perfectamente con la fachada barroca de la iglesia. Los rayos de luz, quedaban exactamente a ambos lados del edificio.
Sacó su cámara fotográfica y tomó la primera foto; la cual salió un poco borrosa. Tomó una siguiente y tampoco le gustó. Acomodó el lente y...
“¡Carla!” Su mejor amigo estaba parado frente a ella, con una sonrisa de oreja a oreja. Gritó en el momento menos oportuno, Carla se asustó y ya no salió la foto como quería, y para más inri, el sol cambió su posición y las luces ya no contrastaban con la iglesia. Definitivamente tenía que quedarse con la foto de su reflejo.
“Roger” Susurró.
“¿No te da alegría verme?”
Carla negó con la cabeza y guardó su cámara en su morral.
“Tenía la foto perfecta y lo arruinaste” Mencionó.
“pero, puedo compensarte” Carla seguía caminando, sin prestarle ninguna atención; él, iba detrás de ella, intentando ponerla de buen humor.
“Roger, déjalo. No podrás poner el sol a esa misma altura.” El aludido no sabía exactamente a que se refería, así que supuso que 'sol', 'altura' y 'foto' tenían mucho que ver.
“No, pero puedo hacer algo mejor” Se paró frente a ella impidiéndole el paso.
“Ah, ¿sí?” Se cruzó de brazos esperando a que hiciera 'algo mejor'.
Roger restregó sus manos contra la mezclilla de su jean, y llevó sus manos a los hombros de Carly. La miró a los ojos, esperando cualquier respuesta -buena o mala- de su parte; Carla no hizo ademan de nada, y eso le dio seguridad al tímido de Roger. Dio un pequeño paso hacía enfrente y movió sus manos hasta dejarlas en las mejillas de su amiga. Se inclinó hacía enfrente y rozó sus labios contra los de ella.
Él había acompañado a una de sus hermanas a comprar un quién sabe qué para quién sabe qué. Habían ido a comprar un helado y como si de un imán se tratara, su mirada se posó en una chica que estaba sentada sobre una banca de cemento mirando tristemente sus tenis. Le llamó la atención, mucho. Después de tanto observarla, se dio cuenta de que ya la conocía, que era ni más ni menos que Carla, su mejor amiga. Por la cual lleva más de un año “cacheteando las banquetas”.
Se alejó con miedo, ya que conocía perfectamente a Carla y sabía que era un tanto impredecible.
“Roger...” Susurró con un hilo de voz, haciéndolo un tanto insonoro. “No debiste hacer eso, yo...” Roger bajó la cabeza apenado. Era obvio que Carla nunca lo vería como más que un amigo. “...Yo debería estar molesta contigo” Que Roger tuviera la mirada posada en el suelo, le dio a ella un poquito de confianza. “No es la primera vez que me arruinas una foto, pero no sé” Se acomodó su cabello para un lado y dejo salir un sonoro suspiro. “sabes qué, me tengo que ir”
Agitó su mano diciendo adiós y con paso firme regresó a su casa. Cuando estuvo en su habitación lo primero que hizo fue echarse en la cama.
¡Roger la había besado!
Y la verdad es que no quería pensar en ello. Ya iba siendo hora de que dejara los pensamientos románticos hacía su mejor amigo; lo más probable es que Roger lo haya hecho sólo para molestar. Como de costumbre.
Se evitaron mutuamente en los siguientes días. Carla encontró cosas para retratar esos días y no entendía por qué ese día no había nada bueno, digno de su cámara fotográfica. Sin embargo no podía dejarlo así, tenía que ver las fotos que había tomado aquella tarde y escoger una.
Conectó su cámara a su computadora y comenzó a ver las fotos; las que había tomado de la iglesia se veían bien, pero en la imagen no se apreciaba el “aura celestial” que ella había visto. Las de sus tenis viejos tampoco le convencían, siguió avanzando y llegó a la foto que Roger hizo que saliera mal. Aunque a decir verdad no estaba tan mal.
Se podía ver medio perfil de Roger, sus pómulos alzados por la sonrisa que debía estar teniendo, los rayos de sol hacían contraste con su blanca piel. Su ojo -el que se alcanzaba a ver- mostraba un verde más nítido, más intenso y más cautivador.
Guardó esa fotografía en el álbum donde yacían las que formaban parte de su proyecto. Tomó su blackberry y marcó el número que conocía tan bien. Tres pitidos y después la voz que le flaqueaba las rodillas.
“Ro, disculpa. Era un mal día y, tengo algo que enseñarte...”
“Te quiero, no me gusta cuando no nos hablamos. En veinte minutos llegó a tu casa”
“Yo también te quiero...”
No hay comentarios:
Publicar un comentario